jueves, 26 de enero de 2012

Guíglico


Apenas él le amalaba la noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apoltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílolas de carioconcia. Y sin embargo era sólo el principio, porque en un momento dado ella se torgulaba los hurgálios, consintiendo que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayustaba y paramovía, de pronto era el ciclón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar
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Es el capítulo 68 de “Rayuela”. Está escrito en “glíglico”, término que el propio Cortázar inventó para designar este lenguaje musical. También podríamos decir que es prosa “jitanjafórica”, según Alfonso Reyes, que acuñó el término, tomado de una palabra del poeta cubano Mariano Brull. 

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-Esfetafa esfe defe lasfa quefe lesfe tifiefenenfe asfacofo afa sufu profopiftiafa mifierfedafa.

Otra pequeña muestra del lenguaje musical, jitanjafórico, glíglico…En realidad, este lenguje lo obtiene el autor, añadiendo otrá sílaba (fa, fe, fi…) detrás de cada sílaba del discurso.
Esta vez lo deja caer en una pequeña dosis Gabriel García Márquez en su obra cumbre “Cien años de soledad”.
Es ya muy abanzada la novela, en el tiempo en que aparecen en casa de los Buendía los 17 Aurelianos al mismo tiempo y sin ponerse de acuerdo, cuando Aureliano Segundo (otro Aureliano) bisnieto ya de José Arcadio y Úrsula, fundadores de Macondo, se casa con Fernanda.
A Amaranta la tía-abuela de Aureliano Segundo, solterona empedernida, le cae muy mal Fernanda desde el primer instante que la ve y en un momento determinado tiene lugar la siguiente escena:


“Amaranta se sintió tan incómoda con su dicción viciosa, y con su hábito de usar un eufemismo para designar cada cosa, que siempre hablaba delante de ella (de Fernanda) en jerigonza.
-Esfetafa –decía- esfe defe lasfa quefe lesfe tifiefenenfe asfacofo afa sufu profopiftiafa mifierfedafa.
Un día, irritada con la burla, Fernanda quiso saber qué era lo que decía Amaranta, y ella no usó eufemismos para contestarle.
-Digo –dijo- que tú eres de las que confundes el culo con las témporas.”
G. García Márquez

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