viernes, 19 de abril de 2019


Las Ideas y las Tiempos

Taoísmo

Empezó siendo una filosofía a partir de Laozi en el siglo VI a.C. para pasar a ser una religión en el siglo II a.C.
El taoísmo tiene como principal objetivo alcanzar la inmortalidad, entendida no como ausencia de la muerte, sino en el sentido de llegar a vivir en armonía con la naturaleza, buscando la superación y el progreso personal. La práctica actual da mucha importancia a la adoración de los antepasados y a las deidades taoístas. El que fuera pensador, Laozi, se considera también como un dios.
Afirman los taoístas que hay tres fuerzas: el “yin”, fuerza pasiva, femenina, húmeda; el “yan”, fuerza activa, masculina, seca; y el “tao”, fuerza superior que las contiene. El yin y el yan son dos fuerzas aparentemente opuestas, pero son las dos caras o vertientes de una naturaleza única. “Tao” (camino), es el sendero que conduce a la meta, a la inmortalidad de la que hablábamos.
El “Tao”, según Lao Tse (Laozí), es imposible de describir, porque es distinto a cualquier cosa de este mundo, es el “vacío”, previo a la existencia de algo y necesario para que se manifieste todo. “Existía antes del cielo y de la tierra”. Es la madre de todo cuanto existe.
Las cosas se oponen a lo que es distinto y siguen lo que les es igual, como el agua vertida va hacia la humedad o como el fuego rechaza el palo mojado. Así pues las cosas hermosas llaman a las hermosas y las repulsivas a las repulsivas. Este es el orden natural y el nombre de este orden es el de “Tao”, que enseña el camino para integrase en él.
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El pensamiento taoísta viene explicado en la historia siguiente:

El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: «¿Quién sabe si es bueno o malo?». Y tuvo razón, porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: «¿Quién sabe si es bueno o malo?». Y otra vez tuvo razón, porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: «¿Quién sabe si es bueno o malo?». Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.

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