viernes, 27 de septiembre de 2019


Tortuga, jumento y ranas se las tienen con Júpiter:

-La tortuga condenada, como el caracol, a llevar la casa a cuestas.
-El jumento se queja tanto y tanto que Júpiter se tapa las orejas.
-A petición de las ranas, Júpiter les cambia el rey, pero salen perjudicadas por el cambio.

Júpiter y la tortuga

A las bodas de Júpiter estaban
todos los animales invitados;
unos y otros llegaban
a la fiesta nupcial apresurados.

No faltaba a tan grande concurrencia
ni aun el reptil, ni más lejana oruga,
cuando llega muy tarde y con paciencia,
a paso perezoso la tortuga.

Su tardanza reprende el Dios airado
y ella le respondió sencillamente:
“Si es mi casita mi retiro amado,
¿cómo podré dejarla prontamente?”

Por tal disculpa, Júpiter tonante,
olvidando el indulto de su fiesta,
la ley del caracol le echó al instante,
que es andar con la casa siempre a cuesta.

Gentes prudentes hay que hacen alarde
de que aman su retiro con exceso,
pero a su obligación acuden tarde:
viven como el ratón dentro del queso.

Samaniego

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El asno y Júpiter

«No sé cómo hay jumento
que, teniendo un adarme de talento,
quiera meterse a burro de hortelano.
Llevo a la plaza desde muy temprano
cada día cien cargas de verdura,
vuelvo con otras tantas de basura,
y para minorar mi pesadumbre,
un criado me azota por costumbre.
Mi vida es ésta; ¿qué será mi muerte,
como no mude Júpiter mi suerte?»
Un Asno de este modo se quejaba.
El dios, que sus lamentos escuchaba,
al dominio le entrega de un tejero.
«Esta vida, decía, no la quiero:
Del peso de las tejas oprimido,
bazotado, pero mal comido,
a Júpiter me voy con el empeño
de lograr nuevo dueño.»
Envióle a un curtidor; entonces dice:
«Aun con este amo soy más infelice.
Cargado de pellejos de difunto
me hace correr sin sosegar un punto,
para matarme sin llegar a viejo,
y curtir al instante mi pellejo.»
Júpiter, por no oír tan largas quejas,
se tapó lindamente las orejas,
y a nadie escucha, desde el tal pollino,
si le hablan de mudanza de destino.

Sólo en verso se encuentran los dichosos,
que viven ni envidiados ni envidiosos.
La espada por feliz tiene al arado,
como el remo a la pluma y al cayado;
mas se tiene por míseros en suma
remo, espada, cayado, esteva y pluma.
Pues ¿a qué estado el hombre llama bueno?

Al propio nunca; pero sí al ajeno.

Samaniego

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Júpiter y las ranas


Las ranas que vivían de forma independientemente en las lagunas, el sitio que más les gustaba, pedían a grandes voces al rey Júpiter, que con severidad limitara sus corrompidas costumbres.
Al oír esta petición, se sonrió el padre de los dioses, les arrojo un gran poste. Las ranas oyeron el ruido que causo en el agua el pesado poste, estas se marchan asustadas; al rato una de ellas asomo poco a poco la cabeza para ver al nuevo rey, y al ver que era un simple poste llamo al resto de ranas , que ya sin miedo se acercaron nadando y tras saltar sobre el poste y cubrirlo de lodo pidieron otro rey a Júpiter , ya que el que había enviado era un incompetente .
Júpiter entonces les envió a las ranas una cigüeña, que comenzó a devorar una tras otra a las ranas. Las ranas al verse tratar de esa forma tan despiadada, por su nuevo rey la cigüeña, llamaron con grandes voces a Júpiter pidiendo que les ayudase, y las liberase de aquel dictador; pero Júpiter el dios les respondió: Sufrid los resultados de vuestras fastidiosas suplicas; pues con tanta ansia pedían un rey, este nuevo rey gobernara siempre sobre vosotras.

Esopo


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