martes, 13 de noviembre de 2012

“Remedios la Bella”





Peligrosísimo sule resultar observar la belleza de mujeres tan bellas. El caso de Remedios es ejemplarizante:

Bisnieta de Úrsula la cofundadora de Macondo, es famosa en todo el contorno por su belleza deslumbrante de modo que de todas partes, aún los más descreídos acudían a misa los domingos para verla. “Hombres expertos en trastornos de amor, probados en el mundo entero, afirmaban no haber padecido jamás una ansiedad semejante a la que producía el olor natural de Remedios la bella”.
Andaba totalmente desnuda por la casa pues ella entendía “que era la única forma decente de estar por casa”. “No entendía por qué las mujeres se complicaban la vida con corpiños y pollerines, de modo que se cosió un balandrán de cañamazo que sencillamente se metía por la cabeza y resolvía sin más trámites el problema del vestir”
Ella era inocente, no se proponía este poder seductor que ejercía en los hombres, Sin embargo ocasionaba estragos en aquellos que se obsesioaban e insistían en la contemplación de su belleza. Este poder seductor llevaba parejo la muerte y hasta cuatro pretendientes  aparecieron muertos, víctimas de inverosímiles desgracias misteriosas. Esto le ocurrió a la última de sus víctimas:
“..y se encerraba hasta dos horas desnuda en el baño, matando alacranes…Un día, cuando empezaba a bañarse, un hombre levantó una teja del techo y se quedó sin aliento ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma.
-Cuidado –exclamó-. Se va a caer.
-Nada más quería verla –murmuró el forastero-
-Ah, bueno –dijo ella-. Pero tenga cuidado que esas tejas están podridas.
(…)
“Las tejas podridas se despedazaron en un estrépito de desastre. Y el hombre apenas alcanzó a lanzar un grito de terror, y se rompió el craneo y murió sin agonía en el piso de cemento.”



(Cien años de Soledad – G. García Márquez)

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