¡Que vienen los perros...!
La conducta de perro de La Fontaine tiene hoy plena vigencia.
Los dos perros de Esopo terminan por juzgar al amo de injusto.
Dos perros de Fedro se equivocan en el método para conseguir el
objetivo.
Al pobre perro de Clarís de Florián un gato espabilado le abre
las entendederas.
El perro que lleva la comida de su amo
Nadie tiene los ojos exentos de la tentación de
la hermosura, ni libres las manos de la del oro: pocos son los que guardan un
tesoro con bastante fidelidad.
Llevaba un perro a casa la comida del amo colgada
al cuello. Era sobrio y frugal, más de lo que hubiese querido cuando veía una
buena tajada; pero, al fin y al cabo lo era. ¿no estamos todos sujetos a esas
debilidades? ¡Extraña contradicción! La frugalidad que enseñamos a los perros,
no la pueden aprender los hombres.
Quedamos, pues, en que aquel perro era de
condición. El caso fue que pasó un mastín, y probó a quitarle los manjares. No
lo consiguió tan fácilmente como creía: nuestro perro dejó en tierra la presa
para defenderse mejor, libre de carga, y comenzó la batalla. Acudieron otros
perros, entre ellos algunos de esos que viven sobre el país y hacen poco caso
de los golpes. No podía contra todos el pobre can, y viendo la pitanza en inminente
riesgo, quiso obtener su parte, como era de razón.
-¡Basta de pelea! -les dijo-, no quiero más que mi ración; para vosotros lo
demás.
Y así diciendo, hinca el diente antes que
nadie. Y cada cual tira por su parte, a quien mejor; y todos participaron de la
merienda.
Veo en este caso el vivo ejemplo de una ciudad
cuya hacienda está a merced de todos; regidores, síndicos y alcabaleros meten
la mano hasta el codo. El más listo abre el ojo a los demás, y en un periquete
quedan limpias las arcas. Si algún escrupuloso quiere defender el público
caudal con frívolas razones, le hacen ver que es un solemne bobo. No le cuesta
mucho convencerse, y al punto le veis meter la uña como el primero.
La Fontaine
Los dos perros
Un hombre tenía dos perros. Uno era para la
caza y el otro para el cuido. Cuando salía de cacería iba con el de caza, y si
cogía alguna presa, al regresar, el amo regalaba un pedazo al perro guardián.
Descontento por esto el perro de caza, lanzó a su compañero algunos reproches:
que sólo era él quien salía y sufría en todo momento, mientras que el otro
perro, el cuidador, sin hacer nada, disfrutaba de su trabajo de caza.
El pero guardián le contestó:
-¡No es a mí a quien debes reclamar, sino a
nuestro amo, ya que en lugar de enseñarme a trabajar como a ti, me ha enseñado
a vivir tranquilamente del trabajo ajeno!
Esopo
Los perros hambrientos
Vieron unos perros hambrientos en el fondo de
un arroyo unas pieles que estaban puestas para limpiarlas; pero como debido al
agua que se interponía no podían alcanzarlas, decidieron beberse primero el
agua para así llegar fácilmente a las pieles.
Pero sucedió que de tanto beber, reventaron
antes de llegar a las pieles.
Ten siempre cuidado con los caminos rápidos,
pues no siempre son los más seguros.
Fedro
El perro y el gato
Juan, un perro que tenía
a su compadre vendió;
pero el perro, el mismo día
tomo pipa y se volvió
a la casa en que vivía.
Este celo pagó Juan
sacudiéndole un trancazo,
de modo que el pobre can
se volvió plan, plan,
magullado el espinazo.
Un gato, que a largo trecho
vio que el perro se admiraba
de lo que Juan había hecho,
le dijo: pues ¿qué pensaba?
Cada cual va a su provecho.
Clarís de Florián
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