martes, 21 de abril de 2020



Va de bueyes:

-Uno, en “las mil”, envidia al asno.
-Otro tapa la boca a una cigarra, con Iriarte.
-Un tercero alecciona a un niño, en verso de Rafael Pombo.
………..

El niño y el buey

El niño :
¿En qué piensas todo el día
Tendido sobre la yerba?
Parécesme un gran doctor
Embelesado en su ciencia.

El buey :
La ciencia, niño querido
No es lo que a mí me alimenta;
Esa es fruta del estudio,
Con que Dios al hombre obsequia.
Fuera el pensar para mí,
pobre animal, ardua empresa;
Prefiero hacer treinta surcos
antes que aprender dos letras.
Mascar bien, me importa más
que una lección en la escuela.
Con las muelas masco yo,
tú, niño, con la cabeza.
Pero si anhelas ser sabio
ojalá viéndome aprendas
a rumiar, y rumiar mucho,
Cada bocado de ciencia.
El digerir, no el comer,
es lo que al cuerpo aprovecha,
Y el alma, cuerpo invisible,
tiene que seguir tal regla.
Sin rumiarlo bien, no engullas
ni una línea, ni una letra;
El que aprende como un loro,
loro ignorante se queda.

Rafael Pombo

 Garbancito [cuento corto para niños] | Pequeocio

El buey y la cigarra

Arando estaba el buey, y a poco trecho,  
la cigarra, cantando, le decía:  
«¡Ay!, ¡ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!»  
Pero él la respondió: «Señora mía,  
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.  
Calle, pues, la haragana reparona;  
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona,  
entre tantos aciertos, un descuido». 

¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
Una cigarra al animal más útil.  
Mas ¿si me habrá entendido  
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leve?

Iriarte

 El buey y la cigarra. Fábulas infantiles de Iriarte

Fábula del asno, el buey y el labrador

"Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante dueño de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos.  Ala, el Altísimo, le dio igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. . Habitaba este comerciante en un país fértil, a orillas de un río. En su morada había un asno y un buey.
Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vio aquel sitio barrido y regado. En el pesebre había cebada y paja bien cribadas, y el jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo para algún trayecto corto y por asunto urgente, y el asno volvía pronto a descansar. Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino: "Come a gusto y que te sea sano, de provecho y de buena digestión. ¡Yo estoy rendido y tú descansando, después de comer cebada bien cribada! Si el amo, te monta alguna que otra vez, pronto vuelve a traerte. En cambio yo me reviento arando y con el trabajo del molino." El asno le aconsejó: "Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al establo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo. Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo."
Pero el comerciante seguía presente, oyendo todo lo que hablaban.
Se acercó el mayoral al buey para darle forraje y le vio comer muy poca cosa. Por la mañana, al llevarlo al trabajo, lo encontró enfermo. Entonces el amo dijo al mayoral: "Coge al asno y que are todo el día en lugar del buey." Y el hombre unció al asno en vez del buey y le hizo arar todo el día.
Al anochecer, cuando el asno regresó al establo, el buey le dio las gracias por sus bondades, que le habían proporcionado el descanso de todo el día; pero el asno no le contestó. Estaba muy arrepentido.
Al otro día el asno estuvo arando también durante toda la jornada y regresó con el pescuezo desollado, rendido de fatiga. El buey, al verle en tal estado, le dio las gracias de nuevo y lo colmó de alabanzas. El asno le dijo: "Bien tranquilo estaba yo antes. Ya ves cómo me ha perjudicado el hacer beneficio a los demás." Y en seguida añadió: "Voy a darte un buen consejo de todos modos. He oído decir al amo que te entregarán al matarife si no te levantas, y harán una cubierta para la mesa con tu piel. Te lo digo para que te salves, pues sentiría que te ocurriese algo."
El buey, cuando oyó estas palabras del asno, le dio las gracias nuevamente, y le dijo: "Mañana reanudaré mi trabajo." Y se puso a comer, se tragó todo el forraje y hasta lamió el recipiente con su lengua.

De Las Mil Y Una Noches

El Buey, El Asno y El Yugo Desigual

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