miércoles, 6 de noviembre de 2024

Samaniego llega con cuatro leones

El primero hace del rebuzno de un burro trompa de caza.

El segundo león está en apuros, pero recibe recompensa por ser clemente.

El tercer león de Samaniego, no consigue engañar a la barbona.

Al cuarto león de Samaniego enseña el hombre a ser rey clemente y amable.

El león y el asno cazando

Su majestad leonesa en compañía

de un borrico se sale en montería.

En la parte al intento acomodada,

formando el mismo león una enramada,

mandó al asno que en ella se ocultase

y que de tiempo en tiempo rebuznase,

como trompa de caza en el ojeo.

Logró el Rey su deseo,

pues apenas se vio bien apostado,

cuando al son del rebuzno destemplado,

que los montes y valles repetían,

a su selvoso albergue se volvían

precipitadamente

las fieras enemigas juntamente,

y en su cobarde huida,

en las garras del león pierden la vida.

Cuando el asno se halló con los despojos

de devoradas fieras a sus ojos,

dijo: “Pardiez, si llego más temprano,

a ningún muerto dejo hueso sano.”

A tal fanfarronada

soltó el Rey una grande carcajada;

y es que jamás convino

hacer del andaluz al vizcaíno.

El león y el ratón

Estaba un ratoncillo aprisionado

en las garras de un león, el desdichado

en la tal ratonera no fue preso

por ladrón de tocino ni de queso,

sino porque con otros molestaba

al león, que en su retiro descansaba.

Pide perdón, llorando su insolencia,

al oír implorar la real clemencia,

responde el rey en majestuoso tono

– no dijera más Tito- “te perdono”.

Poco después cazando el león tropieza

en una red oculta en la maleza,

quiere salir, mas queda prisionero;

atronando la selva ruge fiero.

El libre ratoncillo, que lo siente,

corriendo llega roe diligente

los nudos de la red de tal manera

que al fin rompió los grillos de la fiera.

 

Conviene al poderoso

para los infelices ser piadoso;

tal vez se puede ver necesitado

del auxilio de aquel más desdichado.

El león y la cabra

Un señor león andaba, como un perro,

del valle al monte, de la selva al cerro,

a cazar, sin hallar pelo ni lana,

perdiendo la paciencia y la mañana.

Por un risco escarpado

ve trepar una cabra a lo encumbrado,

de modo que parece que se empeña

en hacer creer al león que se despeña.

El pretender seguirla fuera en vano;

el cazador entonces cortesano

le dice: “Baja, mi querida;

no busques precipic¡os a tu vida:

en el valle frondoso

pacerás a mi lado con reposo”

“¿Desde cuándo, señor, la real persona

cuida con tanto amor de la barbona?

Esos halagos tiernos

no son por bien, apostaré los cuernos.”

Así le respondió la astuta cabra,

y el león se fue sin replicar palabra.

Lo paga la infeliz con el pellejo

si toma sin examen el consejo.

El león, el tigre y el caminante

Entre sus fieras garras oprimía

un tigre a un caminante.

A los triste quejidos al instante

un león acudió: con bizarría

lucha, vence a la fiera, y lleva al hombre

a su regia caverna. “Toma aliento,

le decía el león; nada te asombre;

soy tu libertador; estáme atento.

¿Habrá bestia sañuda y enemiga

que se atreva a mi fuerza incomparable?

Tú puedes responder, o que lo diga

esa pintada fiera despreciable.

Yo, yo solo, monarca poderoso;

domino en todo el bosque dilatado.

¡Cuántas veces la onza y aun el oso

con su sangre el tributo me han pagado!

Los despojos de pieles y cabezas,

los huesos que blanquean este piso

dan el más claro aviso

de valor sin par y mis proezas.”

“Es verdad, dijo el hombre, soy testigo:

los triunfos miro de tu fuerza airada,

contemplo a tu nación amedrantada;

al liberarme venciste a mi enemigo.

En todo esto, señor, con tu licencia,

sólo es digna del trono tu clemencia.

Sé benéfico, amable,

en lugar de despótico tirano;

porque, señor, es llano

que el monarca será más venturoso

cuanto hiciera su pueblo más dichoso.”

“Con razón has hablado;

y ya me causa pena

el haber yo buscado

mi propia gloria en la desdicha ajena.

En mis jóvenes años

el orgullo produjo mil errores,

que me los ha encubierto con engaños

una corte servil de aduladores.

Ellos me aseguraban de concierto

que por el mundo todo

no reinan los humanos de otro modo,

tú lo sabrás mejor; dime ¿y es cierto?

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