Bandada de cuervos
Al
primero de Fedro le sale mal la segunda tentativa.
La
madre del segundo lo conoce y teme lo peor.
El
tercero, envidioso, va más allá de lo que su naturaleza le permite.
El
cuarto descubre a la oveja el secreto para llegar a viejo.
El
de Hartzembusch paga caro la simpleza de dejarse adular por una ‘perillana’.
El
cuervo de Iriarte responde sabiamente a las insolencias de un pavo necio.
El cuervo y
Hermes
Un
cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si
lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.
Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo: ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?
Fedro
El cuervo enfermo
Un
cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:
-Madre,
ruega a los dioses por mí y ya no llores más.
La
madre contestó:
-¿Y
cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿Quedará alguno a quien no hayas
robado la carne?
El cuervo y el cisne
Un
cuervo vio a un cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso. Y al
suponer que el color blanco espléndido del cisno provenía de su diario lavado
en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad
donde él llevó su vida, y tomó su nueva
residencia en los lagos y lagunas.
Pero
a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su
color. Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del
alimento falleció.
El cuervo y la oveja
Un
cuervo, acostumbrado a molestar, se asentó al dorso de una oveja. La oveja, muy
en contra de su voluntad, lo llevó de uno a otro lado durante mucho tiempo, y
por fin dijo:
-Si
usted hubiera tratado a un perro de esta manera, habría sido su postre en sus
dientes agudos.
A
esto el cuervo contestó:
Desprecio
al débil y cedo ante el fuerte. Sé a quien puedo intimidar y a quien debo adular, así prolongo mi vida a una vejez buena.
El cuervo y la zorra
Rabiaba
un carnicero
con
el pícaro gato de un vecino;
y
por matar al animal dañino,
separó
una tajada de carnero,
y
adobada con dosis algo fuerte
de
un tósigo de muerte,
púsola
en el tejado,
por
donde a su capricho
entraba
a merendar el susodicho.
Un
cuervo que lo vio, partió flechado,
pilló
el macizo trozo,
y
a un árbol se escapó lleno de gozo.
Al
tiempo que iba el grajo
a
trinchar el magnífico tasajo,
hete
pues, que aparécese la zorra,
con
gana siempre de comer de gorra
y
exclama diestra con acento blando:
-¡Ave
de Jove, te saludo grata!
El
cuervo preguntó a la mojigata:
-¿A
quien discurres tú que estás hablando?
-¿A
quién? ´-le respondió la zalamera-.
al águila altanera,
que
del lado de Júpiter clemente
baja
diariamente,
y
echa desde la copa de esa encina
el
don que por sustento me destina.
¿A
qué venir disimulando ahora,
cuando
miro en tu garra triunfadora
la
codiciada presa,
que
a esta desamparada criatura
contigo
el Dios envía de su mesa?
-La
zorra se figura
–para
sí dijo el cuervo complacido-
que
soy águila yo: locura fuera
desengañarla
y deshacer el trueco.
Soltó
con bizarría majadera
el
robo por la zorra apetecido,
tendió
las alas y se fue tan hueco.
El
animal astuto
cogió
contento el fruto
debido
a sus indignas artimañas.
Cómelo
con presteza:
convulsiones extrañas
luego
a sentir empieza,
y
abrásale el veneno las entrañas.
Ciertos
bien conocidos perillanes,
que
viven de adular a la simpleza
sin
rastro de pudor, ¿no fuera bueno
que
tragaran en salsa de faisanes
una dosis decente de veneno?
Juan
Eugenio Hartzembusch
El cuervo y el pavo
Pues
como digo es el caso
(y
vaya de cuento)
que
a volar se desafiaron
un
pavo y un cuervo.
Al
término señalado
cuál
llegó primero,
considérelo
quien de ambos
haya
visto el vuelo.
-Aguárdate
–dijo el pavo
al
cuervo de lejos-.
¿sabes
lo que estoy pensando?
Que
eres negro y feo.
Escucha:
también reparo
-le
gritó más recio-,
en
que eres un pajarraco
de
muy mal agüero.
¡Quita
allá, que me das asco,
grandísimo
puerco”
Sí,
que tienes por regalo
comer
cuerpos muertos-.
-Todo
eso no viene al caso
–le
responde el cuervo-,
porque
aquí sólo tratamos
de
ver qué tal vuelo-.
Cuando
en las obras del sabio
no
encuentra defectos,
contra
la persona cargos
suele hacer el necio
Tomás
de Iriarte
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