viernes, 21 de noviembre de 2025

Bandada de cuervos 

Al primero de Fedro le sale mal la segunda tentativa.

La madre del segundo lo conoce y teme lo peor.

El tercero, envidioso, va más allá de lo que su naturaleza le permite.

El cuarto descubre a la oveja el secreto para llegar a viejo.

El de Hartzembusch paga caro la simpleza de dejarse adular por una ‘perillana’.

El cuervo de Iriarte responde sabiamente a las insolencias de un pavo necio.


El cuervo y Hermes

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.

Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo: ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Fedro

El cuervo enfermo

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:

-Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.

La madre contestó:

-¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de ti? ¿Quedará alguno a quien no hayas robado la carne?

El cuervo y el cisne

Un cuervo vio a un cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso. Y al suponer que el color blanco espléndido del cisno provenía de su diario lavado en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad donde él llevó su vida, y tomó su nueva residencia en los lagos y lagunas.

Pero a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su color. Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del alimento falleció.

El cuervo y la oveja

Un cuervo, acostumbrado a molestar, se asentó al dorso de una oveja. La oveja, muy en contra de su voluntad, lo llevó de uno a otro lado durante mucho tiempo, y por fin dijo:

-Si usted hubiera tratado a un perro de esta manera, habría sido su postre en sus dientes agudos.

A esto el cuervo contestó:

Desprecio al débil y cedo ante el fuerte. Sé a quien puedo intimidar y a quien debo adular, así prolongo mi vida a una vejez buena.

El cuervo y la zorra

Rabiaba un carnicero

con el pícaro gato de un vecino;

y por matar al animal dañino,

separó una tajada de carnero,

y adobada con dosis algo fuerte

de un tósigo de muerte,

púsola en el tejado,

por donde a su capricho

entraba a merendar el susodicho.

Un cuervo que lo vio, partió flechado,

pilló el macizo trozo,

y a un árbol se escapó lleno de gozo.

Al tiempo que iba el grajo

a trinchar el magnífico tasajo,

hete pues, que aparécese la zorra,

con gana siempre de comer de gorra

y exclama diestra con acento blando:

-¡Ave de Jove, te saludo grata!

El cuervo preguntó a la mojigata:

-¿A quien discurres tú que estás hablando?

-¿A quién? ´-le respondió la zalamera-.

 al águila altanera,

que del lado de Júpiter clemente

baja diariamente,

y echa desde la copa de esa encina

el don que por sustento me destina.

¿A qué venir disimulando ahora,

cuando miro en tu garra triunfadora

la codiciada presa,

que a esta desamparada criatura

contigo el Dios envía de su mesa?

-La zorra se figura

–para sí dijo el cuervo complacido-

que soy águila yo: locura fuera

desengañarla y deshacer el trueco.

Soltó con bizarría majadera

el robo por la zorra apetecido,

tendió las alas y se fue tan hueco.

El animal astuto

cogió contento el fruto

debido a sus indignas artimañas.

Cómelo con presteza:

 convulsiones extrañas

luego a sentir empieza,

y abrásale el veneno las entrañas.

Ciertos bien conocidos perillanes,

que viven de adular a la simpleza

sin rastro de pudor, ¿no fuera bueno

que tragaran en salsa de faisanes

una dosis decente de veneno?

Juan Eugenio Hartzembusch

El cuervo y el pavo

Pues como digo es el caso

(y vaya de cuento)

que a volar se desafiaron

un pavo y un cuervo.

 

Al término señalado

cuál llegó primero,

considérelo quien de ambos

haya visto el vuelo.

 

-Aguárdate –dijo el pavo

al cuervo de lejos-.

¿sabes lo que estoy pensando?

Que eres negro y feo.

 

Escucha: también reparo

-le gritó más recio-,

en que eres un pajarraco

de muy mal agüero.

 

¡Quita allá, que me das asco,

grandísimo puerco”

Sí, que tienes por regalo

comer cuerpos muertos-.

 

-Todo eso no viene al caso

–le responde el cuervo-,

porque aquí sólo tratamos

de ver qué tal vuelo-.

 

Cuando en las obras del sabio

no encuentra defectos,

contra la persona cargos

suele hacer el necio

Tomás de Iriarte

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