domingo, 16 de febrero de 2020


Tres fabulistas y cinco bueyes:

-El buey de Iriarte tapa la boca de tan melindrosa y provocadora cigarra.
-“Divide y vencerás”, piensa el león; y tranquilo, devora los tres bueyes de Esopo.
-El ciervo huidizo desoye los consejos del buey de Samaniego.

El buey y la cigarra

Arando estaba el buey, y a poco trecho,  
la cigarra, cantando, le decía:  
«¡Ay!, ¡ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!»  
Pero él la respondió: «Señora mía,  
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.  
Calle, pues, la haragana reparona;  
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona,  
entre tantos aciertos, un descuido». 

¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
Una cigarra al animal más útil.  
Mas ¿si me habrá entendido  
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leve?

Iriarte

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El león y los tres bueyes

Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros.
Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Esopo

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El ciervo y los bueyes

Con inminente riesgo de su vida,
un Ciervo se escapó de la batida,
y en la quinta cercana, de repente,
se metió en el establo incautamente.
Dícele un Buey: "¿Ignoras, desdichado,
que aquí viven los hombres? ¡Ah, cuidado!
Detente, y hallarás tanto reposo
como perdiz en boca de raposo".
El Ciervo respondió: "Pero, no obstante,
dejadme descansar algún instante,
y en la ocasión primera
al bosque espeso emprendo mi carrera".
Oculto entre el ramaje permanece.
A la noche el boyero se aparece;
al ganado reparte el alimento,
nada divisa; sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
y tampoco le encuentran.
Libre del aquel apuro,
el Ciervo se contaba por seguro.
Pero el Buey más anciano
le dice: "¡Qué! ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo.
Yo le llamo Cien-ojos por apodo.
Más, ¡chitón, que ya viene!"
Entra Cien-ojos, todo lo previene;
a los rústicos dice: "¡No hay consuelo!
¡Las colleras tiradas por el suelo;
limpio el pesebre, pero muy de paso;
el ramaje muy seco y muy escaso!
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?".
En esto mira el enramado cuerno
del triste ciervo; grita, acuden todos
contra el pobre animal de varios modos,
y a la rústica usanza
se celebró la fiesta de matanza.

Samaniego

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