domingo, 18 de agosto de 2024

Un león trae La Fontine y tres Esopo

El de La Fontaine, enfermo, se abriga con una camiseta ideada por la zorra.

En el primero de Esopo, enfermo también, la zorra se encarga de sacar la moraleja.

El segundo de Esopo, por avaricioso, se ve obligado a ayunar.

Esopo vuelve juicioso a su tercero cuando avista a los buitres.

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El león, el lobo y la zorra

Un león decrépito, paralítico, y al cabo ya de sus días, pedía un remedio para la vejez. A los

reyes no se les puede decir imposible. Envió a buscar médicos entre todas las castas de

animales, y de todas partes vinieron los doctores, bien provistos de sus recetas. Muchas visitas le hicieron, pero faltó la de la zorra, que se mantuvo encerrada en su guarida. El lobo, que

también hacía la corte al monarca moribundo, denunció a la ausente camarada. El rey mandó

que en el acto hicieran salir a la zorra de su madriguera y la llevaran a su presencia.. Vino,

presentose, y recelosa de que el lobo le había llevado el soplo, dijo así al león:

-“Mucho temo, señor, que informes maliciosos hayan achacado a falta de celo la demora de mi

presentación; sabed, pues, que estaba peregrinando, en cumplimiento de cierta promesa que hice por vuestra salud, y he podido tratar en mi viaje con varones expertos y doctos, a quienes he consultado sobre la postración que aqueja a aflige a vuesa majestad. Lo único que

os falta es calor: los años lo han gastado: que os apliquen pues, la piel caliente y humeante de

un lobo, desollándolo vivo; es remedio excelente para una naturaleza desfallecida. Ya veréis

qué camiseta interior tan buena os proporciona el señor lobo.”

Pareció bien el remedio al  monarca: desollaron al lobo en el acto, lo descuartizaron e hicieron

tajadas. Cenó de ellas el león, y se abrigó con su pellejo.

Aprended, cortesanos; no os engañéis unos a otros; haced la corte, si podéis, sin murmurar

de los demás, entre vosotros, el bien se paga con el mal. Los chismosos son castigados al fin

de un modo u otro modo: vivís en un oficio en que nada se perdona.

La Fontaine

El león, la zorra y el ciervo

Habiéndose enfermado el león, se tumbó en una cueva, diciéndole a la zorra, a la que estimaba

mucho  con quien tenía muy buena mistad:

-Si quieres ayudarme a curarme y que siga vivo, seduce con tu astucia al ciervo y tráelo acá,

pues estoy antojado de sus carnes.

Salió la zorra a cumplir el cometido, y encontró al ciervo saltando feliz en la selva. Se le

acercó saludándole amablemente y le dijo:

-Vengo a darte una excelente noticia. Como sabes, el león, nuestro rey, es mi vecino; pero

resulta que ha enfermado y está muy grave. Me preguntaba qué animal podría sustituirlo

como rey después de su muerte.

Y me comentaba: “el jabalí no, pues no es muy inteligente; el oso es muy torpe; la pantera

muy temperamental; el tigre es un fanfarrón; creo que el ciervo es el mas digno de reinar,

pues es esbelto, de larga vida, y temido por las serpientes por sus cuernos. Pero para qué te

cuento  más, esta decidido que serás el rey.”

¿Y qué me darás por habértelo comentado de primero? Contéstame, que tengo prisa y temo

que me llame, pues yo soy su consejero. Pero si quieres oír a un experimentado, te aconsejo

que me sigas y acompañes fielmente al león hasta su muerte.

Terminó de hablar la zorra, y el ciervo, lleno de vanidad con aquellas palabras, caminó

Decidido a la cueva sin sospechar lo que ocurriría.

Al verlo, el león se le abalanzó, pero sólo logró rasparle las orejas. El ciervo asustado huyó

velozmente hacia el bosque.

La zorra se golpeaba sus patas al ver perdida su partida, Y el león lanzaba fuertes gritos,

estimulado por su hambre y la pena. Suplicó a la zorra que lo intentara de nuevo. Y dijo la

zorra:

-Es algo penoso y difícil, pero lo intentaré.

Salió de la cueva y siguió las huellas del ciervo hasta encontrarlo reponiendo sus fuerzas.

Viéndola el ciervo, encolerizado y listo para atacarla, le dijo:

-¡Zorra miserable, no vengas a engañarme! ¡Si das un paso más, cuéntate como muerta!

Busca a otros y súbeles los humos prometiéndoles el trono, pero ya no más a mí.

Mas la astuta zorra le replicó:

-Pero señor ciervo, no seas tan flojo y cobarde. No desconfíes de nosotros que somos tus

amigos. El león, al tomar tu oreja, sólo quería decirte en secreto sus consejos e instrucciones

de cómo gobernar, y tú ni siquiera tienes paciencia para un simple arañazo de un viejo

enfermo. Ahora está furioso contra ti y está pensando en hacer rey al intrépido lobo. ¡Pobre!

¡todo lo que sufre por ser el amo! Ven conmigo, que nada tienes que temer, pero eso sí, sé

humilde como un cordero. Te juro por toda esta selva que no debes temer nada del león. Y en

cuanto a mí, sólo pretendo servirte.

Y engañado de nuevo, salió el ciervo hacia la cueva. No había más que entrado, cuando ya el

león vio plenamente saciado su antojo, procurando no dejar ni recuerdo del ciervo. Sin

embargo cayó el corazón al suelo, y lo tomó la zorra a escondidas, como pago a sus gestiones.

Y el león, buscando el faltante corazón preguntó a la zorra por él. Le contestó la zorra:

-Ese ciervo ingenuo no tenia corazón, ni lo busques. ¿Qué clase de corazón podría tener un

ciervo que vino dos veces a la casa y a las garras del león?

Esopo

El león y la liebre

Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero cuando estaba a punto de

devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces la liebre por perseguir al ciervo.

Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huida.

Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado, regresó a tomar la

liebre y se encontró con que también había buscado su camino a salvo.

Entonces se dijo el león:

-Bien lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé para ir tras la

esperanza de obtener una mayor.

Esopo

El león y el jabalí

Durante el verano, cuando con el calor aumenta la sed, acudieron a beber a una misma fuente

un león y un jabalí.

Discutieron sobre quién debería ser el primero en beber, y de la discusión pasaron a una feroz

lucha a muerte.

Pero, en un momento de descanso, vieron una nube de aves rapaces en espera de algún

vencido para devorarlo.

Entonces, recapacitando, se dijeron:

¡Más vale que seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos!

Esopo

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