Tortuga, jumento y ranas se
las tienen con Júpiter:
-La tortuga
condenada, como el caracol, a llevar la casa a cuestas.
-El jumento se
queja tanto y tanto que Júpiter se tapa las orejas.
-A petición de
las ranas, Júpiter les cambia el rey, pero salen perjudicadas por el cambio.
Júpiter y la tortuga
A las bodas de
Júpiter estaban
todos los
animales invitados;
unos y otros
llegaban
a la fiesta
nupcial apresurados.
No faltaba a
tan grande concurrencia
ni aun el
reptil, ni más lejana oruga,
cuando llega
muy tarde y con paciencia,
a paso
perezoso la tortuga.
Su tardanza
reprende el Dios airado
y ella le
respondió sencillamente:
“Si es mi
casita mi retiro amado,
¿cómo podré
dejarla prontamente?”
Por tal
disculpa, Júpiter tonante,
olvidando el
indulto de su fiesta,
la ley del
caracol le echó al instante,
que es andar
con la casa siempre a cuesta.
Gentes
prudentes hay que hacen alarde
de que aman su
retiro con exceso,
pero a su
obligación acuden tarde:
viven como el
ratón dentro del queso.
Samaniego
El asno y Júpiter
«No sé cómo
hay jumento
que, teniendo
un adarme de talento,
quiera meterse
a burro de hortelano.
Llevo a la
plaza desde muy temprano
cada día cien
cargas de verdura,
vuelvo con
otras tantas de basura,
y para minorar
mi pesadumbre,
un criado me azota
por costumbre.
Mi vida es
ésta; ¿qué será mi muerte,
como no mude
Júpiter mi suerte?»
Un Asno de
este modo se quejaba.
El dios, que
sus lamentos escuchaba,
al dominio le
entrega de un tejero.
«Esta vida,
decía, no la quiero:
Del peso de
las tejas oprimido,
bazotado, pero
mal comido,
a Júpiter me
voy con el empeño
de lograr
nuevo dueño.»
Envióle a un
curtidor; entonces dice:
«Aun con este
amo soy más infelice.
Cargado de
pellejos de difunto
me hace correr
sin sosegar un punto,
para matarme sin
llegar a viejo,
y curtir al
instante mi pellejo.»
Júpiter, por
no oír tan largas quejas,
se tapó
lindamente las orejas,
y a nadie
escucha, desde el tal pollino,
si le hablan
de mudanza de destino.
Sólo en verso
se encuentran los dichosos,
que viven ni
envidiados ni envidiosos.
La espada por
feliz tiene al arado,
como el remo a
la pluma y al cayado;
mas se tiene
por míseros en suma
remo, espada,
cayado, esteva y pluma.
Pues ¿a qué
estado el hombre llama bueno?
Al propio
nunca; pero sí al ajeno.
Samaniego
Júpiter y las ranas
Las ranas que
vivían de forma independientemente en las lagunas, el sitio que más les
gustaba, pedían a grandes voces al rey Júpiter, que con severidad limitara sus
corrompidas costumbres.
Al oír esta
petición, se sonrió el padre de los dioses, les arrojo un gran poste. Las ranas
oyeron el ruido que causo en el agua el pesado poste, estas se marchan
asustadas; al rato una de ellas asomo poco a poco la cabeza para ver al nuevo
rey, y al ver que era un simple poste llamo al resto de ranas , que ya sin
miedo se acercaron nadando y tras saltar sobre el poste y cubrirlo de lodo
pidieron otro rey a Júpiter , ya que el que había enviado era un incompetente .
Júpiter
entonces les envió a las ranas una cigüeña, que comenzó a devorar una tras otra
a las ranas. Las ranas al verse tratar de esa forma tan despiadada, por su
nuevo rey la cigüeña, llamaron con grandes voces a Júpiter pidiendo que les
ayudase, y las liberase de aquel dictador; pero Júpiter el dios les respondió:
Sufrid los resultados de vuestras fastidiosas suplicas; pues con tanta ansia
pedían un rey, este nuevo rey gobernara siempre sobre vosotras.
Esopo
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