Un león trae La Fontine y tres Esopo
El de La Fontaine, enfermo, se abriga con una camiseta ideada
por la zorra.
En el primero de Esopo, enfermo también, la zorra se encarga de
sacar la moraleja.
El segundo de Esopo, por avaricioso, se ve obligado a ayunar.
Esopo vuelve juicioso a su tercero cuando avista a los buitres.
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El
león, el lobo y la zorra
Un león decrépito, paralítico, y al cabo ya de sus días, pedía
un remedio para la vejez. A los
reyes no se les puede decir imposible. Envió a buscar médicos
entre todas las castas de
animales, y de todas partes vinieron los doctores, bien provistos
de sus recetas. Muchas visitas le hicieron, pero faltó la de la zorra, que se mantuvo encerrada
en su guarida. El lobo, que
también hacía la corte al monarca moribundo, denunció a la
ausente camarada. El rey mandó
que en el acto hicieran salir a la zorra de su madriguera y la
llevaran a su presencia.. Vino,
presentose, y recelosa de que el lobo le había llevado el soplo,
dijo así al león:
-“Mucho temo, señor, que informes maliciosos hayan achacado a
falta de celo la demora de mi
presentación; sabed, pues, que estaba peregrinando, en
cumplimiento de cierta promesa que hice por vuestra salud, y he podido tratar en mi viaje con
varones expertos y doctos, a quienes he consultado sobre la postración que aqueja a aflige a
vuesa majestad. Lo único que
os falta es calor: los años lo han gastado: que os apliquen
pues, la piel caliente y humeante de
un lobo, desollándolo vivo; es remedio excelente para una
naturaleza desfallecida. Ya veréis
qué camiseta interior tan buena os proporciona el señor lobo.”
Pareció bien el remedio al
monarca: desollaron al lobo en el acto, lo descuartizaron e hicieron
tajadas. Cenó de ellas el león, y se abrigó con su pellejo.
Aprended, cortesanos; no os engañéis unos a otros; haced la
corte, si podéis, sin murmurar
de los demás, entre vosotros, el bien se paga con el mal. Los
chismosos son castigados al fin
de un modo u otro modo: vivís en un oficio en que nada se
perdona.
La Fontaine
El león, la zorra y el ciervo
Habiéndose enfermado el león, se tumbó en una cueva, diciéndole
a la zorra, a la que estimaba
mucho con quien tenía muy
buena mistad:
-Si quieres ayudarme a curarme y que siga vivo, seduce con tu
astucia al ciervo y tráelo acá,
pues estoy antojado de sus carnes.
Salió la zorra a cumplir el cometido, y encontró al ciervo
saltando feliz en la selva. Se le
acercó saludándole amablemente y le dijo:
-Vengo a darte una excelente noticia. Como sabes, el león,
nuestro rey, es mi vecino; pero
resulta que ha enfermado y está muy grave. Me preguntaba qué
animal podría sustituirlo
como rey después de su muerte.
Y me comentaba: “el jabalí no, pues no es muy inteligente; el
oso es muy torpe; la pantera
muy temperamental; el tigre es un fanfarrón; creo que el ciervo
es el mas digno de reinar,
pues es esbelto, de larga vida, y temido por las serpientes por
sus cuernos. Pero para qué te
cuento más, esta decidido
que serás el rey.”
¿Y qué me darás por habértelo comentado de primero? Contéstame,
que tengo prisa y temo
que me llame, pues yo soy su consejero. Pero si quieres oír a un
experimentado, te aconsejo
que me sigas y acompañes fielmente al león hasta su muerte.
Terminó de hablar la zorra, y el ciervo, lleno de vanidad con
aquellas palabras, caminó
Decidido a la cueva sin sospechar lo que ocurriría.
Al verlo, el león se le abalanzó, pero sólo logró rasparle las
orejas. El ciervo asustado huyó
velozmente hacia el bosque.
La zorra se golpeaba sus patas al ver perdida su partida, Y el
león lanzaba fuertes gritos,
estimulado por su hambre y la pena. Suplicó a la zorra que lo
intentara de nuevo. Y dijo la
zorra:
-Es algo penoso y difícil, pero lo intentaré.
Salió de la cueva y siguió las huellas del ciervo hasta
encontrarlo reponiendo sus fuerzas.
Viéndola el ciervo, encolerizado y listo para atacarla, le dijo:
-¡Zorra miserable, no vengas a engañarme! ¡Si das un paso más,
cuéntate como muerta!
Busca a otros y súbeles los humos prometiéndoles el trono, pero
ya no más a mí.
Mas la astuta zorra le replicó:
-Pero señor ciervo, no seas tan flojo y cobarde. No desconfíes
de nosotros que somos tus
amigos. El león, al tomar tu oreja, sólo quería decirte en secreto
sus consejos e instrucciones
de cómo gobernar, y tú ni siquiera tienes paciencia para un
simple arañazo de un viejo
enfermo. Ahora está furioso contra ti y está pensando en hacer
rey al intrépido lobo. ¡Pobre!
¡todo lo que sufre por ser el amo! Ven conmigo, que nada tienes
que temer, pero eso sí, sé
humilde como un cordero. Te juro por toda esta selva que no
debes temer nada del león. Y en
cuanto a mí, sólo pretendo servirte.
Y engañado de nuevo, salió el ciervo hacia la cueva. No había
más que entrado, cuando ya el
león vio plenamente saciado su antojo, procurando no dejar ni
recuerdo del ciervo. Sin
embargo cayó el corazón al suelo, y lo tomó la zorra a
escondidas, como pago a sus gestiones.
Y el león, buscando el faltante corazón preguntó a la zorra por
él. Le contestó la zorra:
-Ese ciervo ingenuo no tenia corazón, ni lo busques. ¿Qué clase
de corazón podría tener un
ciervo que vino dos veces a la casa y a las garras del león?
Esopo
El león y la liebre
Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero
cuando estaba a punto de
devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces la liebre por
perseguir al ciervo.
Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no
esperando más, emprendió su huida.
Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya
cansado, regresó a tomar la
liebre y se encontró con que también había buscado su camino a
salvo.
Entonces se dijo el león:
-Bien lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la
dejé para ir tras la
esperanza de obtener una mayor.
Esopo
El león y el jabalí
Durante el verano, cuando con el calor aumenta la sed, acudieron
a beber a una misma fuente
un león y un jabalí.
Discutieron sobre quién debería ser el primero en beber, y de la
discusión pasaron a una feroz
lucha a muerte.
Pero, en un momento de descanso, vieron una nube de aves rapaces
en espera de algún
vencido para devorarlo.
Entonces, recapacitando, se dijeron:
¡Más vale que seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos!
Esopo
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