Peligrosísimo
sule resultar observar la belleza de mujeres tan bellas. El caso de Remedios es
ejemplarizante:
Bisnieta de
Úrsula la cofundadora de Macondo, es famosa en todo el contorno por su belleza
deslumbrante de modo que de todas partes, aún los más descreídos acudían a misa
los domingos para verla. “Hombres expertos en trastornos de amor, probados en
el mundo entero, afirmaban no haber padecido jamás una ansiedad semejante a la
que producía el olor natural de Remedios la bella”.
Andaba
totalmente desnuda por la casa pues ella entendía “que era la única forma
decente de estar por casa”. “No entendía por qué las mujeres se complicaban la
vida con corpiños y pollerines, de modo que se cosió un balandrán de cañamazo
que sencillamente se metía por la cabeza y resolvía sin más trámites el
problema del vestir”
Ella era
inocente, no se proponía este poder seductor que ejercía en los hombres, Sin
embargo ocasionaba estragos en aquellos que se obsesioaban e insistían en la
contemplación de su belleza. Este poder seductor llevaba parejo la muerte y
hasta cuatro pretendientes aparecieron
muertos, víctimas de inverosímiles desgracias misteriosas. Esto le ocurrió a la
última de sus víctimas:
“..y se
encerraba hasta dos horas desnuda en el baño, matando alacranes…Un día, cuando
empezaba a bañarse, un hombre levantó una teja del techo y se quedó sin aliento
ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a
través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma.
-Cuidado
–exclamó-. Se va a caer.
-Nada más
quería verla –murmuró el forastero-
-Ah, bueno
–dijo ella-. Pero tenga cuidado que esas tejas están podridas.
(…)
“Las tejas
podridas se despedazaron en un estrépito de desastre. Y el hombre apenas
alcanzó a lanzar un grito de terror, y se rompió el craneo y murió sin agonía
en el piso de cemento.”
(Cien años de
Soledad – G. García Márquez)
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