Otros cuatro leones de Esopo
El primero puso en fuga al asno después de tomarlo como socio.
El segundo se mofa de una asno que alardea de eficacia.
El tercero devora al asno por justo y se sorprende por la
astucia de la zorra.
Al cuarto da una lección de vida el elefante.
El león y el asno
Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El
león utilizaba la fuerza y el asno
las coces de sus pies. Una vez que acumularon cierto número de
piezas, el león las dividió en
tres partes y le dijo al asno:
-La primera me pertenece a mí por ser el rey; la segunda también
es mía por ser tu socio, y
sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te
vaya como a las presas.
El león
y el asno presuntuoso
De nuevo se hicieron amigos el ingenuo asno y el león para salir
de caza. Llegaron a una
cueva donde se refugiaban unas cabras monteses, y el león se
quedó a guardar la salida,
mientas el asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para
hacer salir a las cabras.
Una vez terminada la acción, salió el asno de la cueva y le pregunó
si no le había parecido
excelente su actuación al haber luchado con tanta bravura para
expulsar a las cabras.
-¡Oh sí, soberbia -repuso el león-, que hasta yo mismo me
hubiera asustado si no supiera de
quién se trataba!
El
león, la zorra y el asno
Ele león, la zorra y el asno se asociaron para ir de caza.
Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera
entre los tres el botín. Hizo el
asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la
suya. Indignado por haber hecho las
tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.
Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.
La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo
sólo unas piltrafas. Llamó al
león para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello. Le preguntó el león que quién le había enseñado
a repartir tan bien.
-¡Pues el asno, señor!
El
león, Prometeo y el elefante
No dejaba un león de quejarse ante Prometeo.
-Tú me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con
buenos colmillos y poderosas
garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin
embargo le tengo un gran
temor al gallo.
-¿Por qué me acusas tan a la ligera? ¿No estás satisfecho
con todas las ventajas físicas que
te he dado? La que flaquea es tu espíritu –replicó Prometeo.
Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de
pusilánime. Decidió entonces poner fina su vida.
Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se
saludaron y comenzaron a
charlar. Obsrvó el león que el elefante movía constantemente las
orajas, por lo que le
preguntó la causa.
-¿Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor? -respindió
el elefante-, pues si logra
ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.
Entonces se dijo el león: ¿No sería insensato dejarme morir,
siendo yo mucho más fuerte y
poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso
es el gallo con el mosquito?
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