Valiéndose de las tretas
que su astucia le dictó,
a un cojo que se durmió
robó un rato las muletas.
En razones muy discretas,
al notar la infame acción,
con santa resignación,
y sin señales de enojo.
“¡Quiera el cielo –dijo el cojo-
que le sirvan al ladrón!”
Federico Balart
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