El tordo
Picoteaba un tordo los granos de un bosquecillo de mirlos, y
complacido por el placer de sus pepitas no se decidía a abandonarlo.
Un cazador de pájaros observó que el tordo se acostumbraba al
lugar y lo cazó.
Viendo el tordo su próximo fin, dijo:
¡ Oh desgraciado!, ¡Por el placer de comer, me he privado de la
vida!
Moraleja: Nunca te excedas de lo que encuentres placentero, no vaya a ser causa de tu desgracia.
Esopo
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