Tres fabulistas y
cinco bueyes:
-El buey de Iriarte tapa la boca de tan melindrosa y provocadora cigarra.
-“Divide y
vencerás”, piensa el león; y tranquilo, devora los tres bueyes de Esopo.
-El ciervo huidizo desoye los consejos del buey de Samaniego.
El buey y la cigarra
Arando estaba
el buey, y a poco trecho,
la cigarra,
cantando, le decía:
«¡Ay!, ¡ay!
¡Qué surco tan torcido has hecho!»
Pero él la
respondió: «Señora mía,
si no
estuviera lo demás derecho,
usted no
conociera lo torcido.
Calle, pues,
la haragana reparona;
que a mi amo
sirvo bien, y él me perdona,
entre tantos
aciertos, un descuido».
¡Miren quién
hizo a quién cargo tan fútil!
Una cigarra al
animal más útil.
Mas ¿si me
habrá entendido
el que a
tachar se atreve
en obras
grandes un defecto leve?
Iriarte
El león y los tres
bueyes
Pastaban
juntos siempre tres bueyes.
Un león quería
devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el
luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con
astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a
unos de los otros.
Y así, al no
estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Esopo
El ciervo y los
bueyes
Con inminente
riesgo de su vida,
un Ciervo se
escapó de la batida,
y en la quinta
cercana, de repente,
se metió en el
establo incautamente.
Dícele un
Buey: "¿Ignoras, desdichado,
que aquí viven
los hombres? ¡Ah, cuidado!
Detente, y
hallarás tanto reposo
como perdiz en
boca de raposo".
El Ciervo
respondió: "Pero, no obstante,
dejadme
descansar algún instante,
y en la
ocasión primera
al bosque
espeso emprendo mi carrera".
Oculto entre
el ramaje permanece.
A la noche el
boyero se aparece;
al ganado
reparte el alimento,
nada divisa;
sálese al momento.
El mayoral y
los criados entran,
y tampoco le
encuentran.
Libre del
aquel apuro,
el Ciervo se
contaba por seguro.
Pero el Buey
más anciano
le dice:
"¡Qué! ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo
llega, lo perdiste todo.
Yo le llamo
Cien-ojos por apodo.
Más, ¡chitón,
que ya viene!"
Entra
Cien-ojos, todo lo previene;
a los rústicos
dice: "¡No hay consuelo!
¡Las colleras
tiradas por el suelo;
limpio el
pesebre, pero muy de paso;
el ramaje muy
seco y muy escaso!
Señor mayoral,
¿es éste buen gobierno?".
En esto mira
el enramado cuerno
del triste
ciervo; grita, acuden todos
contra el
pobre animal de varios modos,
y a la rústica
usanza
se celebró la
fiesta de matanza.
Samaniego
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