“Mientras él amasaba con claras de huevo los senos eréctiles de Amaranta Úrsula, o suavizaba con manteca de coco sus muslos elásticos y su vientre aduraznado, ella jugaba a las muñecas con la portentosa criatura de Aureliano, y le pintaba ojos de payaso con carmín de labios y bigotes de turco con carboncillo de las cejas, y le ponía corbatines de organza y sombreritos de papel plateado. Una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras que se disponían a devorarlos vivos.”
Ya habréis adivinado que es de G.G.Márquez en su monumental “Cien años de Soledad”.
Aureliano y Amaranta Úrsula son la última pareja de la larga familia de los Buendía, antes de la desaparición de Macondo. Paradógicamente Aureliano ya no es un Buendía.
Es un amor incestuoso entre tía y sobrino y paradójicamente también nos asegura el autor que entre los incontables amores que tienen lugar a lo largo del relato, éste es el único verdadero.
La Soledad es la protagonista de estos cien años. Y esta soledad consiste en la falta del verdadero amor por parte de todos los personajes. Y otra vez paradógicamente desaparece la soledad cuando desaparece Macondo y descubre el amor su última pareja.
En cada capítulo Márquez nos transporta hacia lo exagerado y una vez allí instalados, nos deja disfrutando de su “normalidad”. ¿Qué si no por ejemplo el gorro de papel y el torrente de hormigas?
FOTO: © Brianhumek | Dreamstime.com
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