LA LIEBRE Y LA TORTUGA
La liebre se
alababa en cierta ocasión, delante de los demás animales, de su incansable
velocidad en carrera.
-Nadie me ha
derrotado jamás -decía- cuando echo a correr con todas mis fuerzas. Desafío al
que quiera probarlo.
-Acepto el
desafío -dijo la tortuga tranquilamente.
-¡Ah, pues
tiene gracia! -dijo la liebre-. Soy capaz de danzar a tu alrededor durante el
camino.
-No te jactes
de nada hasta ser vencedora -dijo la tortuga.
Se fijaron las condiciones en que debía efectuarse la carrera y comenzó la prueba. La liebre desapareció, pero se detuvo pronto y, despreciando a la tortuga, se tumbó a descansar y se durmió.
La tortuga
avanzó, sin prisa. Cuando la liebre despertó, vio a la tortuga tan cerca de la
meta que ya no pudo alcanzarla.
La constancia
vence todas las dificultades.
Esopo
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