Esopo, Fedro y La Fontaine hablan de zorras:
Una de
Esopo es tan arrogante e irónica como fue imprudente.
La de
La Fontaine encuentra una dosis doble de su propia medicina.
La de Fedro hace cantar a un Cuervo.
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Las zorras a orillas del río Meandro
Se reunieron un día las zorras a orillas
del río Meandro con el fin de calmar su sed, pero el río estaba muy turbulento,
y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar en el río
la primera.
Al fin una de ellas habló, y queriendo
humillar a las demás, burlábase de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así, saltó al agua atrevida
e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y
las compañeras, siguiéndola desde la orilla, le gritaban:
-¡No nos dejes, hermana, vuelve y
dinos cómo podremos beber agua sin peligro!
Pero la imprudente, arrastrada sin
remedio alguno, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:
-Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo.
Esopo
La zorra y la cigüeña
Sintiéndose un día muy generosa,
invitó doña zorra a cenar a doña cigüeña. La comida fue breve y sin mayores
preparativos. La astuta raposa, por su mejor menú, tenía un caldo ralo, pues
vivía pobremente, y se lo presentó a la cigüeña servido en un plato poco profundo.
Ésta no pudo probar ni un solo sorbo, debido a su largo pico. La zorra en cambio,
lo lamio todo en un instante.
Para vengarse de esa burla, decidió la
cigüeña invitar a doña zorra. –Encantada –dijo- yo no soy protocolaria con mis amistades.
Llegada la hora, corrió a casa de la cigüeña, encontrando la cena servida y con
un apetito del que nunca están escasas las señoras zorras. El olorcito de la
carne, partida en finos pedazos, la entusiasmó aún más. Pero para su desdicha,
la encontró servida en una copa de cuello alto y de estrecha boca, por el cual
pasaba perfectamente el pico de doña cigüeña, pero el hocico de dona zorra,
como era de mayor medida, no alcanzó a tocar nada, ni con la punta de la
lengua. Así, doña zorra tuvo que marcharse en ayunas, toda avergonzada y
engañada, con las orejas gachas y apretada la cola.
Para vosotros escribo, embusteros: ¡Esperad la misma suerte! No engañes a otros, pues bien conocen tus debilidades y te harán pagar tu daño en la forma que más te afectará.
La Fontaine
La zorra y el Cuervo
Aquel que se alegra de ser alabado con
palabras engañosas, sufre el castigo de un cruel arrepentimiento.
Al querer el Cuervo, encaramado en la
copa de un árbol, comerse un queso robado en una ventana, vióle la zorra y empezó
a hablarle de esta manera:
-¡Qué brillo tienen tus plumas, oh
curvo! ¡Cuánta hermosura tu cuerpo y tu rostro! ¡Si tuvieras voz, ningún ave te
aventajaría!
El Cuervo neciamente, quiso probar su
voz, y dejó caer el queso del pico, atrapándole vivamente la astuta zorra con
sus ávidos dientes. Sólo entonces gimió el Cuervo estúpido por haberse dejado
engañar.
Esta historia enseña cuánto vale el ingenio; siempre el saber prevalece sobre la fuerza.
Fedro
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