miércoles, 7 de mayo de 2025

Que vienen los perros...!

Un perro de Samaniego se revela como ingenioso detective.

Un segundo perro de Samaniego falla a su amo en el último momento.

El perro de Godofredo Daireaux, adaptando una fábula argentina, da muestras de fidelidad absoluta.

El raposo y el perro

De un modo muy afable y amistoso

el mastín de un pastor con un raposo

se solía juntar algunos ratos,

como tal vez los perros y los gatos

con amistad se tratan. Cierto día

el zorro a su compadre le decía:

“Estoy muy irritado;

los hombres por el mundo han divulgado

que mi raza inocente (¡qué injusticia!)

les anda circumcirca en la malicia.

¡Ah, maldita canalla!

Si yo pudiera...” En esto el zorro calla,

y erizado se agacha, “soy perdido,

dice, los cazadores he oído.

“¿Qué me sucede?” “Nada.

No temas, le responde el camarada;

son las gentes, que pasan al mercado.

Mira, mira, cuitado,

marchar haldas en cinta a mis vecinas,

coronadas con cestas de gallinas.”

“No estoy, dijo el raposo, para fiestas:

vete con tus gallinas y tus cestas,

y satiriza a otro. Porque sabes

que robaron anoche algunas aves.

¿He de ser yo el ladrón?” “En mi conciencia,

que hablé, dijo el mastín, con inocencia.

¿Yo pensar que has robado gallinero

cuando siempre te vi como un cordero?

“¡Cordero! Exclama el zorro; no hay aguante.

Que cordero me vuelva en el instante,

si he hurtado el que falta en tu majada.”

“¡Hola! Concluye el perro, camarada,

el ladrón es usted, según se explica”

El estuche molar al punto aplica

al mísero raposo,

para que así escarmiente el cosquilloso.

Que de las fábulillas se resiente,

si no estás inocente,

dime ¿por qué no bajas las orejas?

Y si acaso lo estás, ¿de qué te quejas?

Samaniego

El amo y el perro

“Callen todos los perros de este mundo

donde esté mi Palomo;

es fiel, decía el Amo, sin segundo,

y me guarda la casa... Pero ¿cómo?

Con la despensa abierta

le dejé cierto día;

en medio de la puerta,

de guardia se pla´ntó con bizarría.

Un formidable gato,

en vez de perseguir a los ratones,

se venía, guiado del olfato,

a visitar chorizos y jamones,

Palomo le despide buenamente;

el gato se encrespa y acalora,

riñen sangrientamente,

y mi guarda jamones le devora.”

Esto contaba el Amo a sus amigos,

y después a su casa se los lleva

a que fuesen testigos

de tal fidelidad en otra prueba.

Tenía al buen Palomo prisionero

entre manidas pollas y perdices;

los sebosos riñones de un carnero

casi casi le untaban las narices.

Dentro de este retiro a penitencia

el triste fue metido,

después de algunos días de abstinencia.

Al fin, ya su señor, compadecido,

abre con sus amigos el encierro:

sale rabo entre piernas, agachado;

El Amo se acerca al pobre Perro,

lamiéndose el hocico ensangrentado.

El dueño se alborota y enfurece

con tan fatales nuevas.

Yo le preguntaría: ¿Y qué merece

quien la virtud expone a tales pruebas.

Samaniego


El perro fiel – Fábula Argentina

Un perro llevaba en una canasta, para la casa de su amo, un buen pedazo de carne. Por el camino encontró a su pariente el cimarrón, quien entabló con él conversación amistosa. No comía todos los días el pobre, y de buena gana hubiera mascado un poco de lo que llevaba el perro. Hacía mil indirectas, ofrecía sus servicios para cualquiera oportunidad, proponía ciertos cambiazos muy ventajosos, seguía él enumerando con énfasis las varias reses que decía tener guardadas.

-Dame la canasta –decía al perro-, te la voy a llevar hasta casa, y allí verás cosa buena. Podrás elegir a tu gusto la presa que más te parezca debe ser del agrado de tu amo, a quien tanto deseo conocer, y así se la ofreces de mi parte.

El perro, sin desprender los dientes, medio le contestó que no tenía tiempo, que dispensara, y para evitar compromisos, se apretó el gorro.

Algo más lejos, dio con un puma flaco, hecho feo por el hambre. El perro, en otra ocasión hubiera disparado, pero el deber le hizo valiente. Puso en el suelo la canasta, enseñó los colmillos y esperó el ataque. El puma se abalanzó  más a la canasta qu al enemigo, pero antes que la pudiera agarrar, el perro lo cazó de la garganta y lo sacudió de tal modo que se volvió el otro para los montes, sin pedir el vuelto.

Trotando, seguía el perro con la canasta, cuando se vio rodeado, sin saber cómo, de cuatro zorros, Se paró; se pararon ellos. Volvió a caminar, se volvieron a mover: pero como se venían acercando mucho, y que si soltaba la canasta un solo rato para castigar a alguno de ellos, los otros aprovecharían la bolada, optó por quedarse al pie de un árbol, y esperar con paciencia que le vinieran a ayudar. Pasaban las horas, los zorros no se atrevían a atacarlo, pero, pacientes, espiaban un descuido del fiel guardián. Ni pestañeó siquiera, y cuando lo atormentó el hambre, no se quiso acordar de lo que llevaba, pues era ajeno.

Al fin, vino el amo, inquieto, buscándolo. Dispararon los zorros, el perro fue acariciado como bueno, pues había sabido tener, para conservar, más astucia que el astuto para adquirir, más fuerza que el fuerte, más paciencia que el paciente.

De otro perro cuentan que también, llevando carne, se vio de repente atacado por uno mayor que él y más fuerte. Puso en el suelo la carne, y sin vacilar peleó como guapo y fiel que era; pero se juntaron otros perros y entre todos, ya lo iban a obligar a ceder y a robarle lo que llevaba. Se le ocurrió entonces que, ya que no podía salvar la carne, siquiera él también debía tomar su parte de ella: arrancó un pedazo y con él se mandó mudar, dejando que los demás siguiesen disputándose el resto.

Hay héroes que sólo son héroes, y hasta el fin; pero son pocos.

Godofredo Daireaux

Imágenes:https://www.blogger.com/

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