LAS IDEAS Y LOS
TIEMPOS
Sócrates (Atenas, 470 – 399
a.C.)
Máximo
representante de la filosofía de la Antigua Grecia, junto con Platón y
Aristóteles.
Hijo de padre
cantero y de madre comadrona. Su padre consultó al oráculo y éste le aconsejó
que dejara crecer a su hijo a su aire.
Caso con
Xantipa, de familia noble y es proverbial la mala relación que hubo entre
ambos.
Físicamente
parece ser que era un hombre desaliñado, de aspecto rechoncho, ojos saltones y
labios gruesos. Deambulaba por las plazas y mercados de Atenas, sometiendo a
preguntas a campesinos y mercaderes, con el propósito de llevarles al
conocimiento de la verdad.
Un amigo
preguntó a la Pitonisa si había alguien más sabio que Sócrates y ésta le
contestó que no. Él sin embargo asumió una postura de ignorancia “sólo sé que
no sé nada”, y desde esta posición a base de preguntas, puso en evidencia a los
que se decían sabios y llevaba a sus discípulos al conocimiento de la verdad. Ese
método inductivo es la llamada mayéutica. Sócrates no escribió ninguna obra,
conocemos su pensamiento, a través de sus discípulos.
Maestro
Fue maestro de
Antístenes, fundador de la escuela cínica; fue maestro de Aristipo, fundador de
la escuela cirenaica, de la que surgió la filosofía de Epicuro; fue maestro de
Platón, quien a su vez lo fue de Aristóteles.
Fundó sus
enseñanzas en el conocimiento de uno mismo y en la creencia de un concepto
objetivo de justicia, amor y virtud. En contra del relativismo de los sofistas,
Sócrates afirma que estos conceptos pueden ser definidos universalmente, de
modo que podamos afirmar que son válidos para todos los tiempos y en cualquier
circunstancia. El método para llegar al conocimiento será el método del razonamiento
inductivo o dialéctica, llamado también mayéutica. La intencionalidad de
Sócrates es práctica: llegar al conocimiento de lo bueno. Llegado a este
conocimiento, el hombre obrará bien; sólo el ignorante obrará faltando a la
virtud.
Su muerte
Fue condenado
a muerte por no reconocer a los dioses atenienses. Pudo eludir la condena, pero
prefirió morir y lo hizo serenamente,
tomando la cicuta a los setenta años de edad. Platón describe así sus últimos
momentos:
“Él paseó, y
cuando dijo que le pesaban las piernas, se tendió boca arriba, pues así se lo
habían aconsejado. Y al mismo tiempo el que le había dado el veneno lo examinaba
cogiéndole de rato en rato los pies y las piernas, y luego, apretándole con
fuerza el pie, le preguntó si lo sentía, y él dijo que no. Y después de esto
hizo lo mismo con sus pantorrillas, y ascendiendo de este modo nos dijo que se
iba quedando frío y rígido. Mientras lo tanteaba nos dijo que, cuando eso le
llegara al corazón, entonces se extinguiría.
Ya estaba casi
fría la zona del vientre, cuando descubriéndose, pues se había tapado, nos
dijo, y fue lo último que habló:
-Critón, le
debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides.
-Así se hará,
dijo Critón. Mira si quieres algo más.
Pero a esta
pregunta ya no respondió, sino que al poco rato tuvo un estremecimiento, y el
hombre lo descubrió, y él tenía rígida la mirada. Al verlo, Critón le cerró la
boca y los ojos.”
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