MARCA MUJER
Mónica de Hipona (Tagaste, Argelia, 332 – Ostia, 397)
Fue la madre de San Agustín y es tenida como santa
cristiana. Venerada por sus virtudes cristianas, por su vida de constante
oración, llevada a cabo para la conversión de su hijo y por la fidelidad a
pesar del sufrimiento causado por el adulterio de su marido.
De padres cristianos, se casó a una corta edad con Patricius
un hombre romano, pagano y bastante mayor que ella. Sobrellevó la convivencia a
pesar de los hábitos libertinos de Patricius. Con paciencia se ganó el afecto
de su suegra y llegó a convencer a su marido para que se convirtiera. Después de
convertido, murió Patricius y Mónica no volvió a casarse.
Del matrimonio con Patricius tuvo tres hijos: Agustín,
otro varón y una hija llamada Perpetua. Según propias palabras de Agustín en su
libro ‘Las Confesiones’, dice de él
mismo que era indisciplinado, disoluto y vago.
Fue enviado a estudiar retórica en Cartago cuando tenía 17 años. Aquí
abrazó el maniqueísmo, alejándose de su madre. Cuando volvió al hogar, Mónica
le echó de casa. Agustín se dirigió a Roma y Mónica lo siguió secretamente,
haciendo lo mismo cuando él marchó a Milán.
Mónica encontró en Milán al obispo Ambrosio y, a través
de él, consiguió la conversión de Agustín, después de haber resistido
diecisiete años. Con 28 años, Agustín fue bautizado. De vuelta a África, se detuvieron
en Ostia, donde la muerte sorprendió a Mónica. En sus ‘Confesiones’, Agustín
dedica a su madre las páginas más emocionantes de gratitud.
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