Hablando de zorras: tres de Samaniego y una de Eiximenis
Como niño en cuna, estaba la gallina que encontró la primera de Samaniego.
La segunda, en apuros, tuvo la suerte de dar con un estúpido “barbón.“
Samaniego ve que su tercera finge que renuncia cuando se ve impotente.
La de Eiximenis puso distancia en medio, diciendo estar resfriada.
La zorra y la gallina
Una zorra, cazando,
de corral en corral iba saltando;
a favor de la noche en una aldea
oye al gallo cantar: maldito sea.
Agachada y sin ruido,
a merced del olfato y del oído,
marcha, llega, y oliendo a un agujero,
“éste es”, dice, y se cuela al
gallinero.
Las aves se alborotan, menos una,
que estaba en cesta como niño en cuna,
enferma gravemente.
Mirándola la zorra astutamente,
le pregunta: “¿Qué es eso, pobrecita?
¿Cuál es tu enfermedad?
¿Tienes pepita?
Habla: ¿Cómo la pasas, desdichada?”
La enferma le responde apresurada:
“Muy mal me va, señora, en este
instante;
muy bien si usted se quita de
delante.”
Cuantas veces se vende un enemigo
Como gato por liebre, por amigo;
al oír su fingido cumplimiento,
respondiérale yo para escarmiento:
“Muy mal me va, señor, en este
instante;
muy bien si usted se quita de delante.”
Samaniego
La zorra y el chivo
Una zorra cazaba;
y al seguir a un gazapo,
entre aquí se escabulle, allí le atrapo,
en un pozo cayó que al
paso estaba.
Cuando más la afligía su tristeza,
por no hallar la infeliz
salida alguna,
vio asomarse al brocal por su fortuna,
del Chivo padre la gentil
cabeza.
“¿Qué tal? –dijo el barbón- ¿La agua
es salada?”
“Es tan dulce, tan fresca y
deliciosa
–respondió la raposa-
que en tal pozo estoy como encantada.”
Al agua el chivo se arrojó, sediento;
monta sobre él la zorra de manera
que haciendo de sus cuernos escalera,
pilla el brocal y sale en el momento.
Quedó
el pobre atollado:
cosa dura.
Mas ¿quién podrá a la
zorra dar castigo,
cuando el hombre a costa de su amigo
del peligro mayor salir procura?
Samaniego
La zorra y las uvas
Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la
zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que prendía.
Cansábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta
parra,
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaturas,
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
“No las quiero comer. No están
maduras.”
No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento:
Aplica bien el cuento.
Y di: “No están maduras” frescamente.
Samaniego
La Zorra y el león
Había una vez un león que tenia hambre,
y queriendo encontrar ocasión para comer, pregunto a la oveja cómo era su
aliento. Y la oveja respondió la verdad, diciéndole que muy apestoso. El león,
fingiéndose entonces ofendido, le dio un fuerte golpe en la cabeza y la
mató diciéndole: -¡Ahí va! Porque no has sentido vergüenza de ofender a tu rey,
¡Ahora recibe eso!
Después pregunto el león lo mismo a la
cabra, es decir, si su aliento olía bien. Y la cabra, viendo cuán mal lo había
tomado con la oveja, le contestó que su aliento era maravilloso y olía muy
bien. Entonces el león le pegó un fuerte golpe en la cabeza y la mató
exclamando: -¿Ahí va! Porque me has adulado con falsedades.
Y después hizo la misma pregunta a la
zorra, pidiéndole cómo tenia el aliento. Pero la zorra se alejó de él,
recordando lo mal que les había ido a las otras y le contestó: -¿De buena fe,
señor, le digo que no le puedo responder a su pregunta, puesto que me hallo
resfriada y nada percibo de su aliento!
Y así se escapó del león- Y los demás animales que se pusieron en el peligro, sin provecho murieron, ya que no supieron evadirse y alejarse de la respuesta.
Francisco Eiximenis
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