martes, 10 de marzo de 2020


Las Ideas y las Tiempos

John Searle (Denver, Colorado, 1932)

Profesor de filosofía y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes.
Habla de la “intencionalidad” y de los fenómenos intencionales. En ellos identifica lo que llama “la propiedad de encaje”.  Dice que cuando, por ejemplo, vemos una flor, nuestra mente se encaja en el mundo, hay una dirección  mente-a-mundo. Cuando intentamos coger la flor, estamos intentando que el mundo encaje en nuestra mente y habrá una dirección mundo-a-mente.
Otro aspecto curioso de la filosofía de Searle es la explicación de por qué, a pesar de que las computadoras son capaces de realizar procesos idénticos a los que realiza el cerebro humano, sin embargo no generan conciencia, a diferencia de éste que sí es consciente.
Searle desarrolla el ejemplo de la llamada “habitación china.” Imaginemos a un individuo encerrado en una habitación aislada en China y que  no conociera el idioma. Imaginemos que por un rendija de se le hacen llegar papeles con símbolos chinos. Imaginemos que se le hace llegar también un manual con unas instrucciones en su lengua madre, con símbolos chinos de entrada y los correspondientes de salida y se le pide que dé respuesta a los papeles que se le entregó. Dicho individuo será capaz de localizar los símbolos de entrada y podrá dar respuesta con los símbolos de salida. Las respuestas serán satisfactorias y los de fuera podrán pensar que el individuo conoce el chino.
Searle concluye que con la computadora ocurre igual. La máquina manipula diferentes códigos de sintaxis que no tienen que ver con la la comprensión del significado de los contenidos que procesa.
El análisis que hace de lo que él  llama la “intencionalidad” lo aplica a la construcción de la sociedad y afirma que es la intencionalidad colectiva la que produce la realidad social. Las instituciones, las normas, los valores sociales dependen de la intencionalidad colectiva. Igual que un billete de cinco euros, dice él, es un billete de cinco euros y puede desempeñar su función económica, porque uno piensa que vale cinco euros y el otro también, del mismo modo ocurre con el sentido de la propiedad, con el matrimonio, etc.

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